martes, 24 de mayo de 2011

El cerebro, ese gran desconocido


(Ve este vídeo antes de comenzar a leer y anota cuántas veces se pasan el balón)

Pese al título, no voy a hablar en este artículo de todas las cosas que ignoramos sobre nuestro cerebro, sino de algunos datos bastante interesantes acerca de éste órgano que son poco conocidos y que no pueden dejar de sorprendernos.
El primer dato es que cuando percibimos un hecho no está sucediendo sino que ya ha ocurrido. (Algo parecido a lo que ocurre con el sonido del trueno, cuando llega a nuestros oídos el choque entre nubes ya se ha producido).

La diferencia de tiempo es muy pequeña, de medio segundo, y se debe a que la información que nos llega –color, sonido, forma... – es procesada en diferentes áreas del cerebro que no trabajan a la misma velocidad y el cerebro debe organizar ese conjunto de datos. Pero esta coordinación cerebral sirve también para evitar el desfase lógico que debería ocurrir al recibir la imagen y el sonido de un hecho: debido a la diferencia de velocidad entre la luz y el sonido siempre nos llegaría la imagen antes que el sonido. Nuestro cerebro ajusta esa diferencia y nos lo ofrece a la vez. Esto ocurre siempre que el desfase no sea superior a una décima de segundo. A una distancia considerable ocurre lo que habremos comprobado alguna vez: pensemos en alguien que, lejos de nosotros, da una palmada; oiremos la palmada un poco después de verle juntar las manos.
Esa capacidad del cerebro de procesar y ordenar la información que percibe nos lleva a otro descubrimiento sorprendente que aunque  como tantas “certezas” en la ciencia- no deja de ser una teoría es cada vez más admitida: el cerebro fabrica nuestra realidad, lo que vemos no es la realidad. De esta manera se daría el caso de que varias personas ante una misma imagen, ante un mismo hecho lo percibirían de distinta manera. Esto es algo que no extrañará a nadie si rebuscamos un poco en nuestra experiencia cotidiana.
Se parte de la premisa de que el cerebro existe para que sobreviva el cuerpo que lo alberga y para ello utiliza la información que le llega de manera práctica, suprimiendo, añadiendo o modificando detalles. Esto es fácilmente comprobable, por ejemplo, cuando mantenemos una conversación en un ambiente muy ruidoso: nuestro cerebro puede “ignorar” todos los sonidos que nos rodean y concentrarse sólo en las palabras que está escuchando.
Sobre este tema existe también un experimento bastante conocido: en un vídeo aparecen unas jovencitas pasándose una pelota y hay que contar cuántas veces se la pasan. Cuando al final del vídeo te preguntan cuántas veces, tú contestas satisfecho un número determinado. Pero luego viene otra pregunta: ¿has visto al hombre con gabardina que pasaba por detrás de las jovencitas?
Nadie o casi nadie lo ha visto aunque, en una revisión del vídeo se ve claramente. El cerebro se ha concentrado en lo que le interesaba y el hombre con gabardina sencillamente “no ha existido”.
Esto ocurriría también porque establecemos unos patrones determinados de pensamiento y no percibimos lo que se sale de ellos. Se dice (y a pesar de lo expuesto a mí me sigue costando creerlo) que cuando Colón llegó a América, los indios no veían las carabelas a pesar de tenerlas ante sus narices. Las carabelas no entraban en sus patrones de pensamiento, no se parecían a nada que hubieran visto antes y su cerebro no percibía esa realidad.
Para terminar este breve artículo hablaré de la neuroplasticidad.
Me explico. Se sabe que en los primeros años de nuestra vida el cerebro adquiere la mayor parte de su desarrollo: hasta los tres años se establecerían la mayoría de las conexiones, sinapsis, entre neuronas y a los cinco el cerebro estaría desarrollado en un 80%. Esa sería la causa de que apenas guardemos recuerdos de lo que ocurre, sobre todo, en los tres primeros años de vida: en ese cerebro que se está haciendo los recuerdos no se llegan a consolidar. También sabemos que el cerebro de cada uno lleva unas órdenes genéticas, de la misma manera que por genética uno es rubio o moreno, o más o menos alto. Pero lo que hasta hace poco se ignoraba, y cada vez está más aceptado, es que nuestro cerebro va cambiando a lo largo de la vida según las experiencias que le llegan y el uso que se le da. Las neuronas, cada una de las cuales puede llegar a tener unas 10.000 conexiones con las demás, pueden reforzar las conexiones ya existentes o crear unas nuevas en función del uso. De la misma manera, si una zona determinada del cerebro se usa más también puede variar y ampliar su tamaño. Un ejemplo de esto lo proporciona un estudio realizado sobre taxistas londinenses. Los taxistas necesitan tener una mayor memoria espacial para desarrollar su trabajo, el hipocampo es la parte del cerebro que se ocupa de la memoria espacial y esa parte del cerebro estaba más desarrollada en los taxistas que en otras personas dedicadas a otros trabajos.
Esa plasticidad del cerebro, esa variación en su forma, también puede venir derivada de la necesidad. Todos hemos oído hablar de personas ciegas que desarrollan el sentido del oído o el tacto mucho más que las personas que tienen en buen estado todos sus sentidos. Más aún no nacemos con un número “contado” de neuronas que iremos perdiendo a lo largo de nuestra vida. Determinadas zonas del cerebro albergan células capaces de crear nuevas neuronas también en el cerebro adulto. En conclusión, debido a la neuroplasticidad la forma de nuestro cerebro va variando a lo largo de toda nuestra vida, de manera que el cerebro de cada persona tendría una forma diferente y también formas diferentes a lo largo de la vida. Salvando las distancias, podríamos compararlo con los músculos del cuerpo: dos personas gemelas pueden tener los bíceps de los brazos desarrollados de diferente manera si uno trabaja descargando camiones y el otro escribiendo en un ordenador.
Autor: Julian Green

Fuentes consultadas:
Revista Redes de la Ciencia número 4
El cerebro del rey, de Nolasc Acarín Tusell, Doctor en Medicina y neurólogo
NGS monográfico de Cerebro y emociones
¿Crea el cerebro la realidad?, artículo de Francisco J. Rubia, Catedrático de Medicina
Sobre neuroplasticidad de Margarita Corominas Roso, Doctora en Farmacia y psicóloga
Congreso Mundial de lecto-escritura, diciembre 2000 (varias ponencias)
cerebrodarwin.blogspot.com, cienciapopular.com, psiquiatria.com.

4 comentarios:

Daniel dijo...

Muy interesante el artículo. Un detalle, las personas que habitaban America antes de Colón no eran "indios", sino nativos o aborígenes.

Julian Green dijo...

Completamente de acuerdo. Tenemos "incrustrados" unos vicios en el lenguaje que a veces se nos escapan. En relación a esos temas, recomendaría dos artículos de esta revista y blog:


http://revistaecoaula.blogspot.com.es/2014/03/el-mundo-hasta-ayer.html

http://revistaecoaula.blogspot.com.es/2015/04/pueblos-indigenas-para-el-mundo-del.html

Por cierto que tiempo después encontré la evidencia de que nuestro cerebro puede "no ver" algo que tiene delante si nunca antes lo ha visto con la muy recomendable lectura de Incógnito. Las vidas secretas del cerebro, de David Eagleman, también reseñado en este blog.
Saludos y gracias por leernos.

Julian Green

desterrado47 dijo...

Hola, excelente articulo, una consulta, cuando se hace mencion de las carabelas y los indios, ¿se sabe de que fuente se saca ese dato?
Había escuchado que esta recopilado en el diario de navegación de Magallanes en especifico, en el año 1520, no se si el autor de este articulo me puede dar una mayor especificacion.
Muchas gracias

juliangreen dijo...

No dispongo de ninguna fuente. Lo he leído en varios sitios, por ello utilizo la expresión "se dice" Por cierto, como este artículo es antiguo, posteriormente, leyendo "Incógnito. Las vidas secretas del cerebro" de David Eagleman, he comprobado con un ejemplo gráfico cómo se puede tener delante de la vista algo muy concreto y no verlo, hasta que te dicen lo que tienes delante.
Sin duda, el cerebro es un gran desconocido...