jueves, 15 de marzo de 2012

La amanita muscaria, una seta de cuento

                                                               
El mundo de los hongos comprende miles de especies.
Uno de ellas es la Amanita muscaria que a pesar de su popularidad es una gran desconocida. El presente texto nace con la finalidad de dar a conocer algunos de sus secretos mejor guardados.

La Amanita muscaria es una de las setas más populares y conocidas de todas, debido a su sombrero de color rojo con mancha blancas y su presencia en los cuentos de hadas y duendes. Pero este hongo también presente muchos secretos que vamos a intentar desvelar.
Presenta numerosos nombres comunes, como el de seta de los enanitos, falsa oronja y tal vez el más conocido el de matamoscas.
Este último nombre deriva de la falsa creencia de matar las moscas, ya que lo cierto es que las deja como adormiladas debido a la presencia de sustancias tóxicas con propiedades paralizantes. Su nombre científico se debe, el famoso botánico sueco, Carls Linneo que le dio el nombre específico de “muscaria” (palabra que en latín “musca” que significa mosca) justamente a esta creencia de matar las moscas.
Todavía, es frecuente encontrar textos donde se describe la siguiente receta para matar moscas que consiste en colocar en un plato con leche pequeñas láminas de está seta. Pero, ¿realmente esto funciona? (aquí, tenemos un sencillo trabajo de investigación).
La matamoscas es una seta que puede adquirir un tamaño considerable, hasta una altura de 24 cm, aunque lo normal es de 12 cm a 20 cm y su sombrero puede variar entre los 15 a 20 cm de diámetro. En él podemos encontrar numerosas laminillas muy apretadas, anchas, libres y de color blanco, que producen miles de esporas ovoideas esféricas de 7 micras y de color blanco. El sombrero es convexo o aplanado, de color rojo, que varía del bermellón al anaranjado, con numerosas verrugas irregulares, blancas-amarillentas, que
le dan su típica apariencia moteada. Estas verrugas proceden de la volva o cubierta que rodea toda la seta en sus fases iniciales. El margen se estría finamente con la edad. El pie es también blanco, liso engrosado en la
base con un bulbo redondeado que muestras círculos concéntricos más o menos algodonosos.
Como todas las amanitas posee un anillo, en este caso amplio y colgante de color blanco.
Es un hongo micorriza asociado a la raíz de varios árboles y arbustos como son las hayas, pinos, abedules y abetos. En los ambientes mediterráneos también fructifica en zonas de jara y repoblaciones de eucaliptos. Prefiere
suelos ácidos. Lo podemos encontrar desde el verano hasta finales de otoño.
Los ejemplares viejos expuestos a la lluvia pueden perder los restos blancos del velo y su cutícula adquirir un color más anaranjado, lo que hace que se pueda confundir con la amanita de los césares (Amanita caesarea).
Sin embargo, esta última tiene las láminas y pie de color amarillo anaranjado, así como una amplia volva blanca en forma de saco.
Es una seta venenosa, aunque generalmente no mortal. Se la puede considerar como un cóctel de tóxico. Entre las sustancias tóxicas que presenta podemos descartar: la muscarina, la micoatropina, el ácido iboténico, el muscimol, la muscazona o la bufotenina.
La mayoría de estas sustancias tienen propiedades alucinógenas y con esta finalidad se ha empleado por diversas culturas.
En la mitología nórdica se cuenta que los legendarios bersekers, guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de piles de osos o lobos, eran sumamente temidos ya que entraban en una especie de trance que les hacía no temer nada, ser insensible al dolor y lanzarse a la lucha con una terrible furia y sin escudo. Parece ser que estos efectos se debían al consumo de la bufotenina presente en la Amanita muscaria.
Los poderes alucinógenos de la falsa oroja son también empleados por los Koryaks (o Koriak). Un pueblo indígena del Krai de Kamchatka en el Extremo Oriente de Rusia, que habitan en las costas del Mar de Bering hacia el sur de la cuenca del río Anádir.
Los koryaks, al igual que los chamanes de otras tribus siberianas consumían estos hongos.
Los solían secar al sol para posteriormente comérselos directamente o en forma de extracto con agua, leche de reno o en el juego de varias plantas dulces. Si se consumía solo se solía humedecer en la boca, o bien, las mujeres lo ensalivaban formando una bolita que luego le daban a los hombres.
También, era típico beber la orina, después de su consumo, pues estas tribus sabían que los principios psicoactivos del hongo son filtrados por los riñones de tal forma que los metabolitos resultantes son más potentes y activos, algo inusual en relación a los compuestos alucinógenos de las plantas.
Este bello hongo continuará siendo una seta de cuento, ya que todavía son muchos los secretos que guarda.


Autor: José Luis Olmo Rísquez

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