jueves, 17 de abril de 2014

La deforestación que no cesa

La deforestación es uno de esos grandes problemas del medio ambiente cuyas noticias, pese a incidir de manera fundamental en nuestras vidas, escuchamos como el que oye llover, anestesiados, al parecer, ante todo peligro que no sea instantáneo y palpable.
Más aún ocurre si hablamos de la deforestación de la Amazonía, conceptos que automáticamente unimos, lo que no evita, sino todo lo contrario, que sigamos difundiendo las inquietantes noticias que no cesan de llegar. Precisamente la agencia espacial brasileña (INPE) informaba hace unas semanas de los datos recogidos vía satélite entre el 1 de agosto del 2012 y el 31 de julio del 2013 sobre áreas superiores a 25 hectáreas. Éstos revelan un aumento del 34% en la pérdida de bosques aunque aún quedan por comprobar las áreas que ocupan entre 6,25 y 25 hectáreas, lo que podría confirmar los datos facilitados por la ONG Imazon, que elevaba el porcentaje hasta el 92.
La noticia tiene dos caras pues por un lado aparece lejano el intento de reducir la pérdida de selva tropical en un 80% para el 2018 pero los resultados actuales están muy por debajo de los que se daban hace cinco años.
Pero la deforestación, obviamente, no se limita a la Amazonía, y el relevo en pérdida récord lo toma ahora el Chaco paraguayo, donde un estudio de la Universidad de Maryland encontró la tasa de deforestación más alta en el mundo debido a la presión de la ganadería. La zona de El Gran Chaco de América del Sur registra una pérdida de 87 hectáreas por hora. Se da el caso, además, que la región paraguaya es el último refugio de los Ayoreo, indígenas no contactados.
Pero más cerca, en Galicia, se identifican las consecuencias de la deforestación provocada por los incendios forestales, otro asunto que también tenemos asumido como inevitable, si bien su número se ha reducido notablemente. 
Según los cinco años de estudio de científicos del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia,  si bien la cantidad de sedimentos erosionados tras los incendios no es muy grande, esta erosión afecta a la parte más fértil del suelo, empobreciéndose éste al perder macronutrientes como el nitrógeno, el calco o el fósforo y contaminando los ríos con los micronutrientes como zinc o cobre que arrastran las lluvias tras los incendios mientras que otro, el manganeso, al permanecer en el suelo con valores elevados durante un año, interfiere la absorción de hierro por las plantas.


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